Según la Wikipedia: "El cuervo común coexiste con los humanos desde hace millares de años y en algunas regiones es tan abundante que se considera una especie nociva. Una parte de su éxito se debe a su régimen omnívoro; el cuervo común es extremadamente oportunista, alimentándose de carroñas, insectos, residuos alimentarios, cereales, bayas, frutas y pequeños animales. Se han observado varias demostraciones notables de resolución de problemas en esta especie, lo que hace pensar que el cuervo común es muy inteligente."
De aquí que en Argentina se les llame "cuervos" a los abogados. Y aunque detesto poner a todo el mundo en la misma bolsa, ya que no sería ni justo ni cierto, no conozco a nadie (y cuando digo nadie, es nadie) que no haya tenido un problema de lentitud, irresolución o fiasco total con un abogado. Y ya ni importa si el doctor en cuestión es amigo, o amigo de un amigo, siempre hay un problema y un verso de por medio que se repite hasta el infinito.
Yo soy divorciada, como ya conté miles de veces. Para poder casarme con el hombre que amo, necesito no sólo mi divorcio sino, además, un trámite que se llama exequatur que "convalida" ese divorcio en España y, por supuesto, todos estos papeles y otros, debidamente apostillados. En teoría, esos papeles iban a estar listos hace meses (de hecho, pasó prácticamente un año). Pero después de peloteo y peloteo, "supuestamente" estuvieron listos para enviarse a apostillar el 16 de febrero de este año. Después de algunas llamadas truncas y un par de mails, se me dijo que el 11 de marzo habían salido para el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de La Nación. Es decir, los papeles ya casi estaban en camino. Cuando se cumplió un mes, tiempo que me parecía razonable para una apostilla, volví a comunicarme con el abogado el cuál me informó, por supuesto, que aún no estaban listos. Entonces le pedí, dando por hecho que había delegado el trámite y teniendo razón, que si no se resolvía esa semana que le acercara los papeles a mi padre para que él se ocupara de la bendita apostilla. Mi mail no fue el más amable de todos, debo reconocer, pero tampoco el mail más desagradable que haya escrito. La respuesta fue la de un abogado que se sentía ofendido y que me aclaraba, por segunda vez, que los papeles estaban en Cancillería desde el 11 de marzo y que el retraso era de la Cancillería misma y no de la persona que había presentado los papeles....
Hoy, se me ocurrió la maravillosa idea de llamar al teléfono de la dichosa Cancillería en Argentina y para mi sorpresa, el trámite en cuestión tarda en ser apostillado sólo dos horas. ¡Sólo dos horas! Ellos ni retienen papeleo, ni dejan nada para el día siguiente. Simplemente, resuelven todas las apostillas en el mismo día durante el horario de atención del ministerio. ¡Sólo dos horas! Se podrán imaginar cómo me sentí al darme cuenta que si mis papeles estaban listos para apostillarse el 16 de febrero, yo los tendría que tener en mi poder hace meses. Sí, tal cual, me sentí la gilipollas más gilipollas del universo entero porque un tipo, un don nadie con título de abogado, que no para de repetirme que entiende mi urgencia y que ya cobró el cien por ciento de su trabajo, necesita dos meses para un trámite de dos horas. Lo que implica que todo el perro año que me hizo esperar podrían haber sido como máximo, ¿cuánto? ¿seis meses? ¡Hijo de su gran madre!
Sí, estoy que trino, me siento usada, frustrada y víctima de una tomadura de pelo de esas que sólo un abogado puede hacer realidad. Y no tanto por el retraso... como por la mentira porque que una persona te mienta descaradamente una y otra vez en tu propia cara es infinidad de veces más tedioso e incendiario que que un trámite se demore toda la vida.
¡Qué calaña la de los abogados! ¡Qué puñetera calaña!