
Es increíble como el mundo gira y se convierte en una rueda enorme que algunos llaman el "ciclo del eterno retorno". Como "Giros", la canción de nuestro querido Fito Paez que dice así:
"Giros,
todo da vueltas como una gran pelota,
todo da vueltas casi ni se nota.
Giros,
fotografías de distintos lugares,
fotográficamente tan distantes.
Suena un bandoneón,
parece el de otro tipo pero soy yo
que sigo caminando igual,
silbando un tango oxidado".
Porque sí, todo da vueltas y casi ni se nota y... parezco otra pero sigo siendo yo. Yo, la bisnieta de españoles que ha vuelto a España, a la tierra de mis antepasados, al país que abandonaron no por deseo sino por obligación, al pueblo que añoraron tantas veces como yo ahora añoro al mío, a mi país, a mis raíces.
Alguna vez leí por ahí que las ciudades son como amantes caprichosas, todas. Y cada día creo más en ello...
Buenos Aires, la ciudad que me vio nacer, siempre fue mi amante predilecta, la más seductora, la más caliente. La que me dejó partir cuando era muy pequeña bajo la condición de que no la abandonara nunca y nunca lo hice. Nuestro amor es esporádico y de forastera que se siente en casa pero que sabe que sigue siendo forastera.
Mar del Plata, la ciudad que me vio crecer, siempre fue una amante dulce, segura y hasta tímida. La "feliz", como le llaman, la que me dio amores y desamores y llenó mis días de una tibieza que aún recuerdo y que nunca olvidaré.
Y Sevilla, mi otra amante suculenta, la que poco a poco me enamora y me muestra otro color y otro sabor. La que se parece un poco más a Buenos Aires que a Mar del Plata, aunque no se parece en nada. La antigua, la dorada, donde el sol nunca se esconde. Ese sol que parece una bendición descomunal y, a veces, descomunalmente maldito. Sevilla tiene arte, tiene "duende" como dicen aquí, y lo tiene en todos sus recovecos, en todos sus bailes y en todos sus retos. Sevilla se parece más a nosotros de lo que le gustaría reconocer y por eso es fácil soltar amarras y complicado fijar raíces. Porque mis raíces ahora cruzan el atlántico y se hacen cada vez más fuertes y más largas. Porque mis raíces se quedaron allí, en Buenos Aires, en Mar del Plata. Y ahora se entremezclan con raíces nuevas, aún cortas y débiles, pero nuevas. Raíces que ya me atan un poco aquí, raíces que hacen difícil (sólo a veces) imaginarme en otro sitio. Porque ahora soy como una mezcla diferente, porque sí, sigo siendo yo pero no... Porque ahora soy de aquí y soy de allá.
Ya hace, prácticamente, un año que piso este suelo y el bullicio empieza a parecer propio aunque no nazca en mí. Y el duende ajeno se me hace placentero y me reaviva el alma mientras se mezcla con la nostalgia del ayer, de nuestro tango. Y no puedo más que pensar en qué terminará todo esto con los años... si al final, seré de aquí como mis antepasados ya son de allá. Si es que algunos creerán que huí, igual que algunos lo creen aquí de aquellos que partieron en barco. Siempre aquí y allá... allí y acá... siempre girando.
Supongo que como todos, escucho más tango aquí que estando allá. Porque a la distancia, te refresca el alma y te hace sentir un poco más en casa. Fortalece las raíces y emociona hasta los huesos. Aunque ahora escucho mucho a "El Cigala", ese cantante de flamenco que desbordó el Gran Rex en Buenos Aires con su disco "Cigala & Tango" y que a mí me caló hasta el corazón con su tango aflamencado (que vale la pena oír, por cierto) y que parece que me representara a la perfección con todo lo que implica ser de allá y estar aquí, con nuestra nostalgia y su duende.
Aquí y allá... allí y acá...